Una cuestión esencial para la ciencia respecto de nuestra vida como especie es en qué medida el lenguaje y las capacidades intelectivas asociadas a él dependen de la genética y en qué medida del entorno social y cultural. Esto podemos comprobarlo con los niños que se crían con un mínimo de contacto humano o sin él, ya sea por desarrollarse solos, ser criados por diversos animales o ser víctimas de atroces prácticas.
"El niño salvaje", película de François Truffaut |
El lenguaje es uno de los grandes misterios de nuestra evolución. Considerado como una característica esencialmente humana, fue necesario que los paleoantropólogos descubrieran un hueso, el hioides de un neardental para que se aceptara que estos alejados parientes también podían comunicarse mediante algún tipo de comunicación primaria. El hueso hioides o lingual es un hueso del cuello humano no articulado con ningún otro hueso que soporta la lengua y que es fundamental para el lenguaje humano complejo. El aparato fonador que produce nuestro lenguaje es una peculiaridad de la naturaleza, forma parte del código evolutivo de nuestra especie, pero también lo son las estructuras neurológicas que lo sustentan. Nuestra capacidad de producir un lenguaje se concentra en la llamada "área de Broca", por el médico francés Jean Pierre Broca que la identificó.
Los niños totalmente aislados desde la más tierna infancia y recuperados después de la pubertad no consiguen desarrollar plenamente lo que llamamos lenguaje. Así lo parecen demostrar casos famosos, como el de Kamala, hallada a los ocho años en la India junto con su hermana Amala de 18 meses (que murió poco después), logró apenas reunir un vocabulario precario antes de morir a la edad de 18 años.
Una de las peculiaridades de la evolución humana es la indefensión que tienen los recién nacidos, así como nuestra prolongada infancia, un tiempo necesario para aprender y formarnos en la cultura y sutilezas sociales peculiares de nuestra especie. Por lo tanto, lo que se deduce de los niños ferinos es que sin el entorno social y cultural esa preparación genética que traemos no puede desarrollarse plenamente. Esto explicaría el fracaso de Joseph Singh, quien encontró a Kamala y Amala y que pretendía "liberar" a las niñas de las cualidades lupinas que, según él, impedían que surgieran sus cualidades humanas. Así, el cerebro humano necesita de estímulos para desarrollarse, y los estudios actuales de la neurociencia han demostrado de manera sumamente gráfica cómo las conexiones neuronales se multiplican en cerebros sometidos a estímulos interesantes, atractivos y cercanos, mientras que la falta de estímulos ocasiona que el cerebro sea más pequeño y con malformaciones. En el debate entre la genética y el entorno social y cultural, entre lo innato y lo aprendido, finalmente parece estar claro que ambos elementos son esenciales para hacernos lo que somos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario