Sabemos que la gramática de una lengua es un
campo cerrado que los hablantes pueden llegar a dominar, mientras que el léxico, sin embargo, es algo abierto porque nadie puede llegar a conocer todas las palabras de una
lengua.
Algo muy importante es que las palabras
cambian de significado según pasa el tiempo. Aunque algunos autores piensan que hay un verdadero e inmutable significado de la palabra que es el que se deriva
de su etimología, otros creen que sí es posible ese cambio de significado. Por ejemplo, llamar a alguien radical y pretender que lo que se quiere decir es que va a la raíz de las cosas sería incorrecto;
en realidad radical, aunque provenga de raíz,
significa hoy otra cosa. Pero no entrando en prejuicios etimológicos, vemos que
el cambio del léxico tiene que ver con cuestiones sociales y culturales. De
pronto, por ejemplo, una palabra deja de usarse porque entra en conexión con algún tabú o algún miedo.
Centrándonos en el tema del tabú, son aquellas
palabras que remiten a un campo prohibido, que pueden provocar incomodidad. Por
ejemplo el tema de la muerte, el mal (si nombro algo de alguna manera lo
invoco). En casi todas las lenguas hay estos territorios tabú, con ello las
palabras van cambiando muy deprisa. Consciente o inconscientemente, las
personas echan la culpa a la palabra de la fealdad de lo que invocan y por eso
cambian mucho. Así podemos ver como han ido cambiando las palabras en español
para designar a lo que hoy llamamos cuarto de baño: En principio retrete
era un término fino, alrededor del siglo XVI significaba solo el cuarto de
atrás. De retrete se pasó a llamar al baño letrina,
que al inicio sonaba bien. Después se llamó wáter,
que hoy ya no suena bien.
Como podemos ver, la lengua devora palabras
en el territorio tabú, porque la vergüenza está en la idea, ninguna palabra
puede hacernos hablar de ello asépticamente aunque al principio así nos lo
parezca. Un recurso es recurrir a un préstamo, como por ejemplo ocurre con toilettes (del francés), que hoy día parece menos cargada
de ese valor connotativo que se le ha dado a wáter.
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